La Tierra
Ahora que hemos finalizado con el estudio de los diez planetas astrológicos, vamos a tratar un tema que casi nunca se explica en los libros de astrología.
Me refiero al estudio de la Tierra y sus características desde el punto de vista astrológico.
Puesto que nuestro planeta es el centro del sistema astrológico (punto de referencia central), no se considera como planeta en movimiento. Ahora bien, esto no quiere decir que no nos influya, sino justamente lo contrario. Lo que ocurre es que la Tierra se estudia astrológicamente con el sistema de casas, al cual se le dedica un apartado completo en este curso.
Aun así, lo que ahora se va a explicar representa una importante aclaración sobre la Tierra, dentro del estudio de la Astrosofía o vertiente esotérica de la Astrología. La Tierra es el símbolo de la materia, de la cual nuestro cuerpo físico está hecho, sobre la cual pisamos y a la que con demasiada frecuencia nos “agarramos” insistentemente.
Su vibración es tan poderosa en lo que a los seres humanos se refiere, que estamos emocional y mentalmente impregnados de su magnetismo.
El hombre, en un primer estado evolutivo, vive por y para la materia en sus diferentes energías, que son resumidas fundamentalmente en dos: la posesión del dinero desde la perspectiva materialista y el sexo de cariz únicamente pasional.
La transmutación de la vibración terrestre consiste en esencia en: manejo del dinero con un fin humanista y desarrollo de una relación sexual que complemente lo físico, emocional, mental y espiritual. Aparte de ello y pasando al aspecto superior del asunto, se ha de saber que la Tierra puede ser tanto el infierno como el paraíso, dependiendo ello del nivel de conciencia espiritual de la humanidad en conjunto y de cada hombre en particular. De acuerdo a ese estado de comprensión, predomina sobre nuestro planeta el trabajo de lo negro sobre lo blanco o de lo blanco sobre lo negro. En la Era de Aquarius, que poco a poco se implanta, irá predominando lo luminoso frente a lo obscuro.
Es interesante resaltar el hecho de la facilidad con que el hombre se apega excesivamente a las formas materiales terrestres, lo cual le hace sufrir debido a que estas son perecederas: “lo único que no cambia es el propio cambio”.
Habíamos dicho que, el hombre, en la primera etapa de su conciencia, se guía solo por las fuerzas terrestres. Pero ¿que pasa más tarde?. Pues, sencillamente, comienza a tener en cuenta la fuerza lunar, que le hace ser menos tosco y bruto, pero con el peligro de caer en el sentimentalismo y en la ilusión del mundo astral.
Solo cuando el hombre se coloca en sintonía con su propio “cachito de Sol” interno (cuerpo de la conciencia), comienza a estar verdaderamente equilibrado. Entonces vibra con un ideal “divino” (Sol), equilibra sus emociones (Luna) y domina lo material (Tierra).