Sin palabras el día que dejé de comer animales.. ¿Por qué?
Sin palabras personas con profesiones muy diferentes dan sus razones. De la compasión por el sacrifico animal a la crítica de la industria cárnica…
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Personas representativas de actividades y dedicaciones muy diferentes explican por qué dejaron de comer carne, qué motivos le impulsaron y cuál su grado de satisfacción tras esa decisión. Todos ellos dieron un paso que ha marcado su vida. No se contentan con normas que garanticen el bienestar animal; quieren que acaben la explotación de estos seres vivos. Son de algunos manera de los abolicionistas del siglo XXI.
¿Y por qué lo hizo?
“Simplemente, ha sido una cuestión de empatía con los animales”. Criterios éticos y denuncia de la crueldad animal fueron una primer factor. Pero con el paso del tiempo se ha armado de nuevos argumentos (sociales o culturales…). “Hay estudios que sostienen que este tipo de alimentación es más saludable”; “las granjas no garantizan que el animal no sufre en todo el proceso productivo”; “la producción masiva de carne entra en contradicción con una mínima protección que evite perjuicios al medio ambiente o incida en el cambio climático”.
Todavía se me remueve el estómago al recordar aquellas imágenes de atunes ensangrentados en un reportaje de televisión sobre la almadraba (arte de pesca del Estrecho). En ese momento decidió que, “de ninguna manera, quería seguir participando en la crueldad que existe detrás de una industria que utiliza la proteína animal”. Su proceso vegano ha sido gradual –compartido con su compañero- y le ha llevado primero a dejar de comer carne y pescado: luego a prescindir de productos lácteos; más tarde, de los huevos…
“Los animales tienen capacidad de experimentar estados mentales, tanto positivos como negativos, causantes de sufrimiento, aunque queramos revestir su sacrificio con el mayor humanitarismo imaginable”.
Por eso, cuestiona tanto la ganadería intensiva (“un confinamiento masivo que genera miseria animal”) como la extensiva (“la principal causa de la deforestación en el mundo, pues necesita grandes pastos y haciendas privadas”)
Y ¿no tiene alguna carencia alimentaria? “No”, dice rotundo, “porque las enfermedades vienen de los productos de origen animal”, expone. “La población que consume animales tiene enfermedades que difícilmente (o de manera casi imposible) encontrarás en personas veganas, como arteriosclerosis, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o diversos tipo de cáncer, asociadas a productos animales”, dice este deportista, que suele tomar vitamina B-12.
“Los veganos tomamos B12, pero los no veganos también tienen que tomarla”, afirma.
“El veganismo no se circunscribe especialmente al ámbito de la alimentación, sino que es una postura que se opone a cualquier tipo de explotación que sufren los animales no humanos: pieles, experimentación, entretenimiento, mercadeo”, etc.
Pero dejar de comer animales no ha sido una decisión complicada. De hecho, considera, por ejemplo, abundante la oferta de hamburguesas vegetales, con sabores y texturas parecidos a los de las hamburguesas habituales, con lo cual el cambio “no ha supuesto un choque contra la cultura culinaria, sino solo contra la cultura del carnismo”.
Dejar de comer carne no sólo tiene, para él, componentes éticos, sino que se relaciona con la protección del medio ambiente o la justicia alimentaria. Por eso, el hecho de que cada vez se hable más de los productos de proximidad o de alimentos de temporada amplía el debate alimentario, argumenta.
Para él, el aumento del consumo de carne en Europa es fruto del descomunal esfuerzo político para relacionar la prosperidad social con la ingestión de carne. Pero en la trastienda se esconden las subvenciones agrarias o la importación de cosechas transgénicas para engordar animales que ocasionan enfermedades relacionadas con la sobreabundancia en el mundo rico. Eso dice
¿Es barato o más caro ser vegano que omnívoro?
“Económicamente, es igual; pero si consideramos todo el dinero público, las subvenciones de la política agraria comunitaria al grano para el ganado y la burbuja especulativa y financiera que le acompaña, es mucho más caro ser carnívoro, considerando los costes sociales globales”, dice rotundo.
Fuente texto: la vanguardia
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